martes, 31 de agosto de 2010

Instrucciones para darle la pastilla a un gato...




1) Tome al gato y acúnelo con su brazo izquierdo como si estuviera sosteniendo a un bebé. Posicione el índice y el pulgar de su mano izquierda para aplicar una suave presión a las mejillas del gato mientras sostiene la píldora con la derecha. Cuando el gato abra la boca, arroje la píldora dentro. Permítale cerrar la boca a los efectos de que el gato trague la píldora.

2) Levante la píldora del suelo y al gato de detrás del sofá. Acune al gato en su brazo izquierdo y repita el proceso.

3) Traiga al gato del dormitorio y tire la píldora baboseada a la basura.

4) Tome una nueva píldora de la caja, acune al gato en su brazo izquierdo manteniendo las patas traseras firmemente sujetas con su mano izquierda. Fuerce la apertura de mandíbulas y empuje la píldora dentro de la boca con su dedo medio. Mantenga la boca del gato cerrada mientras cuenta hasta 10.

5) Saque la píldora de la pecera y al gato de arriba del armario. Llame a su esposa, que está en el jardín.

6) Arrodíllese en el suelo con el gato firmemente sostenido entre sus rodillas. Mantenga las patas traseras y delanteras quietas. Ignore los gruñidos que el gato emite. Pídale a su esposa que sostenga la cabeza del gato con una mano mientras le abre la boca con una regla de madera. Arroje la píldora dentro y frote vigorosamente la garganta del gato.

7) Traiga al gato del portarrollos de la cortina. Traiga otra píldora de la caja. Recuerde comprar una nueva regla y reparar las cortinas. Barra cuidadosamente los trozos de figuras de porcelana y póngalos aparte para pegarlos luego.

8) Envuelva al gato en una toalla grande y pídale a su esposa que lo mantenga estirado, con sólo la cabeza visible. Ponga la píldora en una pajita de gaseosa. Abra la boca del gato con un lápiz. Ponga un extremo de la pajita en la boca del gato y el otro en la suya. Sople.

9) Verifique la caja para asegurarse de que la píldora no es dañina para seres humanos. Beba un vaso de agua para recuperar el sentido del gusto. Aplique apósitos a los brazos de su esposa y limpie la sangre de la alfombra con agua fría y jabón.

10) Traiga al gato del tejado del vecino. Tome otra píldora. Ponga al gato en el armario y cierre la puerta sobre su cuello, dejando sólo la cabeza fuera del mismo. Fuerce la apertura de la boca con una cuchara de postre. Arroje la píldora dentro con una bandita elástica.

11) Vaya al garaje a buscar un destornillador para volver a colocar la puerta del armario en sus bisagras. Aplíquese compresas frías en las mejillas y verifique cuándo fue su última dosis de vacuna contra el tétanos. Arroje la remera que tenía puesta en el lavarropas y tome una limpia del dormitorio.

12) Llame a los bomberos para bajar al gato del árbol de la calle de enfrente. Discúlpese con su vecino que se estrelló contra su reja tratando de escapar del gato furioso. Tome la última píldora de la caja.

13) Ate las patas delanteras del gato a las traseras con una cuerda. Átelo firmemente a la pata de la mesa de la cocina. Busque guantes de trabajo pesado. Mantenga la boca del gato abierta con una pequeña palanca. Ponga la píldora en la boca seguida de un gran trozo de carne. Mantenga la cabeza vertical y vierta medio litro de agua a través de la garganta del gato para que trague la píldora.

14) Haga que su esposa lo lleve a la sala de emergencias. Siéntese tranquilamente mientras el doctor le venda dedos y frente, y le saca la píldora del ojo. En el camino de vuelta, deténgase en la mueblería para comprar una nueva mesa.

15) Arregle con una oficina inmobiliaria para comprar una nueva casa para el gato y llame al veterinario para averiguar si tiene algún hamster para vender. Sino, cómprese un perro.

miércoles, 4 de agosto de 2010

La verdadera amistad



Esta historia transcurre en la ciudad-estado siciliana de Siracusa, en el siglo
IV antes de Cristo. El orador romano Cicerón nos cuenta que Damón y Pitias eran seguidores del filosofo Pitágoras.

Aún hoy, su historia es ejemplo de la amistad sin reservas que brinda todos los
motivos para la confianza y no deja margen para la duda. Damón y Pitias habían sido excelentes amigos desde la infancia. Cada cual confiaba
en el otro como en un hermano, y cada cual sabía en su corazón que sería capaz de todo por su amigo. Con el tiempo llegó el momento de demostrar la hondura de su devoción. Sucedió de esta manera.

Dionisio, el monarca de Siracusa, se fastidió cuando oyó los discursos que pronunciaba Pitias. El joven estudioso decía al público que ningún hombre debía ejercer poder ilimitado sobre otro, y que los tiranos eran reyes injustos. En un arrebato de ira, Dionisio convocó a Pitias y su amigo.

- ¿ Quiénes creéis que sois, para sembrar el descontento entre la gente ? - Preguntó.

- Yo sólo digo la verdad - respondió Pitias -. No puede haber nada de malo en
ello.

- ¿ Y tu verdad sostiene que los reyes tienen demasiado poder y que sus leyes
no son buenas para sus súbditos ?

- Si un Rey ha tomado el poder sin autorización del pueblo, eso es lo que yo
diría.

- Estas palabras son traición - gritó Dionisio -. Estas conspirando para derrocarme. Retráctate de tus palabras, o enfrenta las consecuencias.

- No me retractaré - respondió Pitias.

- Entonces morirás. ¿ Tienes un último pedido ?

- Sí. Déjame ir a casa para despedirme de mi esposa y mis hijos, y para poner
mis cosas en orden.

- Veo que no sólo crees que soy injusto, sino que además soy estúpido -rió desdeñosamente Dionisio -. Si te dejo salir de Siracusa, no volveré a verte.

- Te haré un juramento.

- ¿ Qué clase de juramento podrías hacer que me indujera a creer que regresarás? - preguntó Dionisio.

En ese momento Damón, que había permanecido en silencio, se adelantó.

- Yo seré su garantía - dijo -. Reténme en Siracusa, como prisionero, hasta el
regreso de Pitias. Nuestra amistad es bien conocida. Puedes tener la certeza
de que Pitias regresará mientras me tengas aquí.

Dionisio estudió en silencio a ambos amigos.

- Muy bien - dijo al fin-. Pero si deseas tomar el lugar de tu amigo, debes estar
dispuesto a aceptar su sentencia si él rompe su promesa. Si Pitias no regresa
a Siracusa, morirás en su lugar.

- Él mantendrá su palabra - respondió Damón -. No tengo la menor duda de ello.

Pitias obtuvo autorización para irse por un tiempo, y Damón fue a dar a la cárcel.

Al cabo de varios días, como Pitias no aparecía, Dionisio no pudo con su curiosidad y fue a la prisión para ver si Damón se arrepentía del trato que había hecho.

- Tu tiempo se está acabando - se mofó el monarca de Siracusa -. Será inútil
pedir piedad. Fuiste un necio en confiar en la promesa de tu amigo. ¿ De veras
creíste que sacrificaría su vida por tí o por cualquier otro ?

- Sólo ha sufrido una demora - respondió Damón sin inmutarse -. Los vientos le
han impedido navegar, o tal vez ha sufrido un accidente en la carretera. Pero
si es humanamente posible, él regresará a tiempo. Creo en su virtud tanto como en mi existencia.

Dionisio se asombró de la confianza del prisionero.

- Veremos - dijo, y dejó a Damón en su celda.

Llegó el día fatal. Damón fue sacado de la prisión y conducido ante el verdugo.
Dionisio lo saludó con una sonrisa socarrona.

- Parece que tu amigo no ha llegado - rió -. ¿ Qué piensas ahora de él ?

- Es mi amigo - respondió Damón -. Confío en él.

Y mientras hablaba, las puertas se abrieron y Pitias entró tambaleándose. Estaba pálido y magullado, y apenas podía hablar de cansancio. Se arrojó en brazos de su amigo.

- Estás a salvo, loados sean los dioses - jadeó -. Parece que los hados conspiraban contra nosotros. Mi barco naufragó en una tormenta, y luego me atacaron salteadores. Pero me negué a abandonar mis esperanzas, y logré llegar a tiempo. Estoy dispuesto a cumplir mi sentencia de muerte.

Dionisio quedó atónito al oír estas palabras, y sus ojos y su corazón se abrieron. Era imposible resistir el poder de semejante constancia.

- La sentencia queda revocada - declaró -. Nunca creí que tanta fe y lealtad
pudieran existir en la amistad. Me has demostrado cuán equivocado estaba, y es justo que seas recompensado con tu libertad. Pero a cambio os pediré un gran servicio.

- ¿ A qué te refieres ? - preguntaron los amigos.

- Enseñadme a formar parte de una amistad tan noble.





TENGO LA ENORME SUERTE DE HABERLA ENCONTRADO