lunes, 18 de octubre de 2010

El regalo que decido no recibir




Era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo.

Al terminar la clase, ese día de verano, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo:
"Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburridora".

El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado. El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:

¿Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes?

El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.

-Por supuesto que no. Contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho.

-Bueno, prosiguió el profesor, cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar.

-No entiendo a qué se refiere. Dijo el alumno confundido.

-Muy sencillo -replicó el profesor – tú me estás ofreciendo rabia y desprecio y si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo, y yo, en verdad, prefiero obsequiarme mi propia serenidad. Muchacho -concluyó el profesor en tono gentil- "tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa, yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón pero de mí depende lo que yo cargo en el mío."

Cada día en todo momento, tú puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres poner en tu corazón y lo que elijas lo tendrás hasta que tú decidas cambiarlo.

Es tan grande la libertad que nos da la vida que hasta tenemos la opción de amargarnos o ser felices.

sábado, 16 de octubre de 2010

Buscate un amante



Muchas personas tienen un amante y muchas otras quisieran tenerlo.
Y también están las que no lo tienen, porque no quieren y las que lo tenían y lo perdieron, o decidieron perderlo.
Misteriosamente son generalmente estos dos últimos grupos los que más van a los consultorios para decir que están tristes o que tienen distintos síntomas: insomnio, falta de voluntad, pesimismo, crisis de llanto o los mas diversos dolores.
Cuentan que sus vidas transcurren de manera monótona y sin
expectativas, que trabajan nada mas que para subsistir y que no saben en que ocupar su tiempo libre.
En fin, palabras más, palabras menos, están verdaderamente
desesperanzadas.
Antes de contar esto ya han visitado otros consultorios en los que recibieron la condolencia de un diagnostico seguro:
Depresión y la infaltable receta del antidepresivo de turno.
Yo después de escucharlas atentamente, les digo que no necesitan un antidepresivo; que lo que realmente necesitan... ES UN AMANTE.
Es increíble ver la expresión de sus ojos cuando reciben mi veredicto.
Están los que piensan: ¡Como es posible que un profesional se despache alegremente con una sugerencia tan poco científica!. Hacen un decoroso silencio, miran el reloj esperando el final de la consulta y se retiran para siempre.
También están los que escandalizados se despiden en ese mismo momento y muchas veces tampoco vuelven nunca más.
A los que deciden quedarse les doy la siguiente definición:
Un Amante es: "Cualquier cosa que nos apasione".
Lo que ocupa nuestro pensamiento antes de quedarnos dormidos y también aquello que a veces, no nos deja dormir.
Nuestro amante es lo que nos vuelve distraídos frente al entorno. Lo que nos deja saber que la vida tiene motivación y sentido.
Un amante puede ser nuestra pareja, si nos animamos a encontrarlo allí.
En otros casos es otro alguien que no es nuestra pareja.
También podemos hallarlo en la investigación científica, en la
literatura, en la música, en la política, en el deporte, en el trabajo cuando es vocacional, en la necesidad de trascender espiritualmente, en la amistad, en la buena mesa, en el estudio, o en el obsesivo placer de un hobby que nos monopoliza cada instante "suelto"..
En fin, es "alguien" o "algo" que nos perturba la conciencia al punto de dibujarnos una sonrisa al solo pensarlo apartándonos aunque sea un momento del triste destino de sobrevivir.
Sobrevivir es durar y en el fondo esta gobernado por el miedo a vivir de verdad. Es dedicarse a espiar como viven los demás, es tomarse la presión, deambular por consultorios médicos, tomar remedios multicolores, alejarse de las gratificaciones, observar con decepción cada nueva arruga que nos devuelve el espejo, cuidarnos del frío, del calor, de la humedad, del sol, de la lluvia y de las emociones fuertes.
Durar es postergar la posibilidad de disfrutar hoy, esgrimiendo el incierto y frágil razonamiento de que quizás podamos hacerlo mañana
Por favor no te empeñes en sobrevivir, búscate un amante.
Se vos mismo el amante de alguien o de algo. Se un protagonista... de tu vida.
La muerte llegará, al fin y al cabo la muerte tiene buena memoria y nunca se olvidó de nadie. Mientras tanto y sin dudar, búscate un amante..
Lo trágico no es morir, Lo trágico, es no animarse a vivir.
La psicología después de estudiar mucho descubrió algo trascendental.
Para vivir feliz, activo, o satisfecho hay que tener un motivo.
A ese motivo lo llamo hoy, un amante..
Hay que ponerse de novio con la vida y hay que amarla con la pasión de los que auténticamente están enamorados.
Búscate pues HOY.... un amante.
Jorge Bucay

viernes, 15 de octubre de 2010

Simplemente una mujer

Soy .....

Soy el suspiro de la mañana,
una niña traviesa,
una anciana sin canas
que al soñar se embelesa- -

Soy a veces dulzura
frágil como un rayo de luna
donde no hay amargura
ni pena ninguna.

Soy quien todo lo entrega
a las olas del mar
y por amor se sosiega
hasta no querer despertar.

Soy la paloma sin alas,
la pasión sin fronteras,
la chimenea en la sala,
aquella que siempre espera.

Soy una estatua orgullosa
sobre un frío altar
cubierta de rosas
y el aroma del mar.

Soy fuego encendido,
un deseo candente,
un ángel caído,
el pasado y el presente.

Soy fuente de alegría
que brota de una herida
... una roca fría
que llora escondida.

Soy la tristeza,
una lágrima de ternura,
una carta sobre la mesa,
la enemiga de la amargura.

Soy la cola de un cometa,
la ambición desmedida
por llegar a la meta
de su larga partida.

Soy una ola en el mar,
el capricho del viento.
Soy un deseo de amar
y un loco pensamiento

Soy un alma ilusionada
el lamento al caer.
Soy todo y no soy nada,
.... Soy solo una mujer!

jueves, 14 de octubre de 2010

Todo lo que hacemos tiene consecuencias




En cada instante de nuestra vida actuamos, tomamos decisiones que nos afectan y afectan a los otros. Pero, con frecuencia desconocemos el impacto que tienen las cosas que hacemos, muchas veces ni siquiera lo imaginamos y otras aunque lo suponemos, no nos lo preguntamos.

Ocurre que estamos acostumbrados a pensar que solo lo heróico, lo muy importante tiene una consecuencia que valga la pena mirar, desvalorizamos lo cotidiano, lo que hace costumbre, como si esta no se constituyera en un estilo de vida. Menos aún, pensamos que aquellas cosas que hicimos muy ocasionalmente y dada una circunstancia muy específica, puedan tener relevancia.

Sin embargo, la realidad es que todo lo que hacemos y lo que dejamos de hacer tiene consecuencias, unas veces previsibles, otras insospechadas. Los efectos tienen un modo de manifestarse que guarda relación con la idea de que si una mariposa aletea en el desierto, ello puede desencadenar una tormenta en el otro lado del mundo. O con las infinitas ondas que se desencadenan cuando arrojamos una piedra en el agua.

Cada uno de nosotros guarda el recuerdo de una conversación, que marcó una diferencia en nuestras vidas. Alguien me dijo: Una mañana observé a mi padre entristecerse porque no tenía como regalarle a mi hermano un caballo, lo había visto acariciar el del vecino, a escondidas. Ese día entendí que ser padre tiene que ver con ofrecer a los hijos oportunidades para dar amor. No me había dado cuenta, pero actualmente para mí también es crucial descubrir los deseos más íntimos, los menos confesados, de mis hijos. No lo había notado pero así es. En ese momento entendí la esencia de ser padre.

Qué amoroso sería contarle a ese padre esta historia. Para que pueda recoger lo que sembró. Tal vez él no haya olvidado la tristeza de ese momento, pero probablemente ignora hasta qué punto ese episodio formó el corazón de su otro hijo.

Desde luego, también hay episodios que no abren caminos sino que más bien los cierran. Sucesos que haciendo olas conducen al dolor. Es posible, por ejemplo, un momento desafortunado de una madre que no acepta la caricia de la hija y le dice: gente melosa, gente amargosa, cambiando así el rumbo de la expresión afectiva de la niña. Y a partir de ese momento ella desconfíe de las caricias.

En estas experiencias, lo primero es salir del resentimiento y posteriormente hablar con el otro para generar olas de reconciliación. Reconozcamos que sanarnos del dolor nos permite descubrir nuestra fuerza y recursos interiores.

Sin embargo, si desarrollamos la costumbre de preguntar al otro cómo lo impacta lo que hacemos, si nos acostumbramos a reflexionar con el otro sobre el curso que toma su experiencia, después de nuestra interacción, tal vez no tengamos que esperar a que la ola se haya convertido en una tormenta, para darnos cuenta de lo que hicimos.

Reconocer cuáles son los efectos de nuestras acciones se constituye en un camino que nos conduce hacia la sabiduría. Quien no puede ver ni reconocer las puertas que abrió con su comportamiento no puede saber cuál es su sitio en la construcción del mundo en el que vive.
Maria Antonia Solorsano

miércoles, 13 de octubre de 2010

El arbol de la amistad


Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices
por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino.
Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar,
mas otras apenas vemos entre un paso y otro.
A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.
Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos.
El primero que nace del brote es nuestro amigo papá y nuestra amiga mamá,
que nos muestra lo que es la vida.
Después vienen los amigos hermanos,
con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros.
Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.
Mas el destino nos presenta a otros amigos,
los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino.
A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón.
Son sinceros, son verdaderos.
Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz.
Y a veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón
y entonces es llamado un amigo enamorado.
Ese da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies.
Mas también hay de aquellos amigos por un tiempo,
tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas.
Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro,
durante el tiempo que estamos cerca.
Hablando de cerca, no podemos olvidar a amigos distantes,
aquellos que están en la punta de las ramas
y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra.
El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas,
algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones.
Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca,
alimentando nuestra raíz con alegría.
Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.
Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor, salud, suerte y prosperidad.
Simplemente porque cada persona que pasa en nuestra vida es única.
Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.
Habrá los que se llevarán mucho,
pero no habrán de los que no nos dejarán nada.
Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida
y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.


lunes, 4 de octubre de 2010

ines del alma mia




Por lo menos setenta años tengo, como dije, y bien vividos, pero mi alma y mi corazón, atrapados todavía en los resquicios de la juventud, se preguntan que diablos sucedió al cuerpo.

Al mirarme en el espejo de plata, primer regalo de Rodrigo cuando nos desposamos, no reconozco a mi abuela coronada de pelos blancos que me mira de vuelta.

¿Quién es esa que se burla de la verdadera Inés?

La examino de cerca con la esperanza de encontrar en el fondo del espejo a la niña con trenzas y rodillas encostradas que una vez fui, a la joven que escapaba a los vergeles para hacer el amor a escondidas, a la mujer madura y apasionada que dormía abrazada a Rodrigo de Quiroga.

Están allí, agazapadas, estoy segura, pero no logro vislumbrarlas.

Ya no monto mi yegua, ya no llevo cota de malla ni espada, pero no es por falta de ánimo, que eso siempre me ha sobrado, sino por traición del cuerpo.

Me faltan fuerzas, me duelen las coyunturas, tengo los huesos helados y la vista borrosa.