No mentiré diciendo que me costó conseguir sentir la felicidad, ya que le daba demasiado poder a lo negativo, que me mantenía ahogado en los abismos, sin poder ver lo bello y positivo, ¿quién dijo que vivir fuera fácil, pero quién dijo que fuera difícil?
Si sujetamos las riendas de nuestras propias vidas, nadie nos puede llegar a hacer sentirnos infelices, ¡ante todo debemos ser honestos con nosotros mismos! Así comenzó mi caminar por el jardín de la (siempre relativa) felicidad. Cuando me fallo a mí mismo, crece una pequeña nube hace que la felicidad se enturbie.
Entendí que no hay gente feliz e infeliz ni que la felicidad no es un estado como se muestra en las películas. Tampoco es un don, ni está relacionado con el entorno ni influye la genética. Por el contrario uno sí puede decidir si quiere ser feliz y cuando comprendemos eso, sentimos la sensación de la felicidad gracias a la sensación de libertad experimentada, cosa de la que o no nos percatamos, nos olvidamos o incluso ni usamos. Pienso que el ser feliz sólo depende de nosotros, de la actitud o el esmero que le ponemos al asunto, sin necesitar grandes cosas para serlo.
Tengo la teoria de que uno puede trabajar la felicidad, ante todo acompañándola de una buena guarnición de consciencia, voluntad, libertad, aceptación y amor propio, para que salga un buen plato (de felicidad), componiéndose de pequeños momentos de felicidad (hoy y ahora) en un lapso de tiempo determinado. ¡Cada uno puede cambiar ingredientes a su antojo, siempre y cuando sean frescos y llenos de vitaminas y elementos importantes para VIVIR!
Pretender ser feliz todo el día es irreal, pero más real es hacer lo que uno quiere, en la mayor medida posible, y rodearse de gente y cosas que le hacen feliz. Estoy convencido y he sentido que uno puede tener varios pequeños momentos de felicidad al día si uno se lo propone verdaderamente, viviendo el día a día y cada momento como el último. Sin duda hay que dejar de regodearse de las lácras del pasado y ni mucho menos es aceptable que asumamos cosas negativas, como por ejemplo el dolor, como algo normal.
El dolor existe, pero no lo aceptemos como algo positivo. ¿Aceptaríamos la muerte como algo positivo, sin ésta ser normal? Solamente en el caso de enfermedades graves sin solución aparente o en el caso de trastornos psicológicos severos.
Si nos lo planteamos de tal manera, cada uno es libre de hacer con su vida lo que decida, siendo conscientes que es más fácil suicidarse que vivir, resentirse a la tristeza que luchar por ser feliz y aprenderlo conscientemente.
Podemos lograr que, aunque solamente fuera por un instante, abrirnos a sentir un instante de felicidad, un segundo de alegría, una sonrisa, algo que haya hecho que este día valiera la pena, que no fuera un día más.
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