surca los mares del sur
y al llegar a una isla
una mágica dama
le saluda y le llama
y le manda un beso
con un soplido fiiuuuu.
¡Ay, dama mía!
¿Cuántas veces te he soñado?
¿Cuántas veces te he nombrado?
Y usted, cual fantasma aparecía.
Hoy llego a la isla,
LA ISLA DE LOS PIRATAS,
envuelto en esta niebla fría,
cargado de oro y plata.
¿Vendrá usted a recibirme?
¿Sonreirá cuando me vea?
¿Será usted la preciosa Primavera
que cualquier corsario solicita?
¿O se volverá a esconder temerosa,
timorata y ese rostro de mujer pícara?
¡Remad, malditos pasmados!
¡Remad, con todas las fuerzas!
Hoy ella será mi reina
y yo seré su esclavo.
¡Timonel, desplegad las velas!
¡Timonel, que sigan remando!
Que se oiga el timbal en la India
y a los piratas gritando.
Que sepan que llega el galeote,
el de los cañones dorados
el de la negra bandera
con la calavera blanca y los huesos montados,
sonriendo.
Que nos dejen libre el paso,
los piratas ya en el puerto,
risas, gritos,
ron, aguardiente y vino,
el miedo enmudece a nuestro paso.
Pero nunca apareció
la dama de aquel corsario,
todo fue pura invención
de un recuerdo que él soñó
oyendo un cuento de antaño,
cuando creyó que la voz
de la mar en plena noche
en sus oídos susurraba
"ámame y nunca conocerás
un amor con tal derroche."
Y el pirata sigue y sigue
y no para de buscar,
la imagen de aquella señora
que le vino a enamorar.
Dicen que si fue una estrella,
otros, la destemplada luz de la luna,
algunos, que si un cometa,
pero nuestro pirata cree
que fue la dulce voz de una sirena
y en la isla que menos piense
allí, allí, allí, la encontrará.
COMUNERO
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