viernes, 15 de enero de 2010

La mariposa azul





Había una vez un gusanito que llevaba mucho tiempo escondido en un viejo árbol, porque se sabía feo y arrugado. Eligió el lugar más triste de aquél jardín abandonado, pensando que ningún niño travieso iría a aplastarlo con el pie, asustado de su fealdad, y ahora no se atrevía a salir.
Sus pequeños ojos, mojados de llanto, vislumbraban tímidamente los atisbos de los rayos del sol, y su boca diminuta bebía ávidamente las gotas de lluvia que resbalaban por el hueco gris del árbol que le servía de casa. Afuera había flores, pero allí sólo tenía oscuridad y hambre. Estaba muy débil y decidido a morir porque inspiraba terror. En su mente de animal acorralado, el implacable tic-tac de un reloj le marcaba con crueldad el paso de las horas … y cubierto por un velo de angustia se dispuso a dormir para no despertar jamás. Se escondió aún más, y curvándose sobre sí se quedó quietecito, quietecito.
No supo cuanto tiempo durmió, pero de repente se sintió alzado en el aire por unos dedos humanos. El sol lo cegaba. El jardín, invadido por niños sonrientes, parecía bellísimo y acogedor. “Después de esto – pensó – bien vale la pena morir”.
Y cerrando los ojos, esperó que lo aplastaran. Entonces oyó como una melodía la voz de una niña que exclamaba alborozada: “Es la mariposa más bonita que he visto en mi vida”.
Se sintió colocado con delicadeza sobre una rosa. Estaban refiriéndose a él. El gusanito no podía creerlo. Quizás todavía estaba dormido y esto era un sueño. Se sacudió para despertarse, y sus alas azules lo elevaron sobre las cabezas infantiles. Era cierto, podía volar. Era una mariposa.
Feliz de despertar a una maravillosa realidad, la mariposa azul trazó en el aire una graciosa pirueta y subió más y más por sobre todos los niños… por sobre todas las rosas. Se posó entonces en el viejo árbol que la cobijara durante su fealdad y abrazándolo con sus lindas alas azules, se quedó otra vez quietecita… muy quietecita.


… Así ocurre muchas veces, creemos que el mundo se nos acaba, y luego todo se pinta de colores brillantes, que nos invitan a sonreír, a luchar y sobre todo, a amar la vida!

1 comentario:

Raquel dijo...

¿Quien no ha necesitado alguna vez que otra persona le despertara de su letargo para enseñarle lo que realmente era?

Preciosa metáfora, de verdad me gusta lo que escribes...